domingo, 15 de marzo de 2015

Contacto humano

Desde que somos concebidos, establecemos un contacto tanto emocional como corporal con nuestra madre. Al nacer, este contacto se ve reforzado, así como también puede darse el caso de que ambos sean separados, por ejemplo, cuando las madres abandonan a su bebé, o alguno de los dos muere. Bueno, en caso contrario, este contacto establecido constituirá un primer acercamiento a las relaciones humanas en general. Sabemos que las primeras etapas de la vida son determinantes para modelar nuestro carácter y la base de nuestra personalidad, de ahí su importancia.

El contacto que logramos establecer con los y las demás va a variar según la persona, indudablemente. Hay quienes lo establecen con mucha naturalidad, aquellos/as que son más cálidos o 'de piel'. Esta característica se da con frecuencia tanto en culturas (ej: centroamérica), como en algunas personas que podemos identificar en nuestro círculo próximo. En el otro extremo, están la personas cuyo contacto con los demás se hace más difícil, son más tímidos, más fríos. En este caso, muchas veces la dificultad de contacto se vuelve un gran problema para el individuo, puesto que al no poder crear este lazo afectivo de tocar, acariciar o entregar afecto y emociones al otro/a, sus vínculos se van a ver afectados en gran medida. Como seres humanos, necesitamos el afecto de los demás, pero si el individuo no puede desplegar herramientas para conseguirlo y darlo, la cosa se complica. Esto afecta a sus relaciones familiares, amistades y por cierto, al no poder comprometerse afectivamente con otra persona.

Es importante que como seres humanos, fomentemos este tipo de cosas, el dar afecto, abrazar, tocar, pero de maneras que no se vuelvan invasivas para el otro/a, ya que, es muy común que quienes rehuyen contactarse, también se les dificulte el recibir el contacto. Como ven, la palabra contacto aplica tanto a lo corporal como a lo emocional, y es que estas dos dimensiones se encuentran en relación directa y constante. Nuestro cuerpo expresa nuestras emociones, y estas emociones también pueden variar en función de lo que expresa el cuerpo (ej: al bailar). En este sentido, las emociones también deben expresarse con cuidado ante personas evitativas de contacto. Quizás este individuo tuvo bastantes desilusiones y vulneraciones a su parte afectiva, por lo cual, posee un muro alto de defensas. Los psicólogos/as y profesionales que trabajan con niños/as saben bien este punto. Todos sabemos lo delicado que es contactar con un infante que no sea nuestro ser querido. Pero también pensemos en el niño interior que cada uno de nosotros posee, ese niño/a ávido de recibir afecto, que por cosas de la vida ha reprimido esta necesidad bajo la piel de un adulto frío. 

Lamentablemente, la cultura nos lleva a conductas muchas veces dañinas para el alma, como por ejemplo, la falta de contacto real entre seres humanos. Digo real, porque muchas veces el contacto es artificial, cuando las relaciones no poseen un trasfondo de afectividad y amor, como puede ser una relación de negocios, o ir a comprar al supermercado. Cuando este contacto artificial sucede en nuestras relaciones cercanas, no es satisfactorio, el afecto se vuelve falso y crece el individualismo de la mano con la soledad. Mi propuesta es, en función de lo que cada uno/a pueda, según los propios ritmos psicológicos, incorporar el contacto a nuestras vidas, y también fomentarlo de parte de quienes nos lo dan, teniendo presente siempre los límites. Esto es, decir una palabra bonita, una palmada en el hombro, un abrazo, un beso, un te quiero, un chocolate... Hay tantas maneras como seres humanos hay. Por eso, si deseas aumentar tu contacto con los/as demás, escoge la manera que más se acomode a ti, y hazla realidad. Yo también lo intentaré. Así, si todos hiciéramos estas pequeñas cosas más a menudo, sin duda nuestro mundo sería mucho más amable y bello.